De todas formas, ¿qué es ser normal?. Es hacer lo que hacen los demás, es ser igual a los demás, es comportarte del mismo modo de los que te rodean. Pues si ser normal es copiar a los demás y fingir ser quién no soy, entonces no quiero ser normal. Ser normal es absurdo, porque, ¿quién es normal?. Todos tenemos algo que nos distingue de los demás, todos tenemos cosas raras y no somos normales, aceptémoslo, la normalidad no existe. Además, ¿qué sería de un mundo en el que todos fuésemos iguales? Pues que no habría sorpresas, no habría alegría, sabríamos que haría el otro porque sería como nosotros.
Es mejor que cada uno sea diferente, que nos sorprendan con algo nuevo cada día y que siempre haya algo que no sepas de otra persona.
¿Sabes lo que no es normal, quieres que te diga lo que no es normal? No es normal pensar que hacer el amor es pecado, no es normal pensar que Dios no quiere a las lesbianas ni a los homosexuales. No es normal que la iglesia oculte abusos de niños ni que los sacerdotes no se puedan casar. No es normal la riqueza del Vaticano, ni los anillos ni el oro ni el dinero tirado en campañas de publicidad, ni todo ese cuadro absurdo, mientras 30 millones de personas se contagian de sida en África por no usar preservativo. Dios nos hizo con dos brazos y con dos piernas, también no hizo con la capacidad de amarnos, de querernos, de tocarnos, de sentir con la yema de los dedos un pecho acelerado por la excitación y eso no puede ser pecado. Porque amar es entender también el rechazo, entender que te van a hacer daño, que vas a sufrir, vas a llorar, y es entender que las cosas son muy distintas al sacramento del matrimonio: hoy te casas y vives feliz para toda la vida; falso, es falso, por mucho que vayan proclamándolo, creo que no saben lo que es el amor, porque si algo he aprendido en estos años es que si apretar un cuerpo hasta convertirse en uno, si eso es pecado, yo soy pecador.
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Cambiar está sobre valorado Lo que de verdad tiene mérito es asumir que eres como eres y soportarte todos los días, tal y como eres, defectos incluidos. Asumir que tu vida es la que es, intentar hacerlo lo mejor posible porque hay muchas cosas que no van a cambiar por mucho que lo desees. Pero, ¿que hay de lo que sí podemos cambiar? Ahí es dónde hay que dejarse la piel.
Curar un músculo que lleva tiempo dañado cuesta más que curar una contractura reciente. Lo mismo pasa con las personas. Cambiar algo que forma parte de nuestra vida desde hace mucho, duele. Entonces, a pesar de ese dolor, ¿por qué nos empeñamos tanto en cambiar? Muchas veces son la personas que nos quieren las que nos recuerdan lo que realmente queremos ser y nos empujan al cambio. Otras veces elegimos cambiar porque tenemos miedo a estar equivocados y tenemos miedo a equivocarnos, o porque sabemos que cambiar es la única manera que existe para dejar de sufrir.
Yo antes era diferente. Supongo que mas feliz. Sin duda era más joven, más optimista y, sobre todo, menos resentida, pero es que antes no me habían pasado algunas cosas. Es el tiempo el que me cambió. Nadie me preguntó jamás si yo quería cambiar, si quería ser lo que soy. La vida decidió por mí. La pregunta es: ¿puedo yo cambiar mi vida? Quiero cambiar sí. Pero si algo he aprendido gracias al tiempo es que la mayoría de las veces no es suficiente dejarnos la piel en el intento, porque muchas cosas nunca cambiarán por mucho que lo deseemos.
Ganas un concurso y el premio es que cada día el banco te abre una cuenta con 86.400$. Pero como todos los juegos tienen reglas, este tiene dos:
La primera es que todo lo que no se haya gastado a lo largo del día, se pierde por la noche No puedes hacer trampas, no puedes traspasar ese dinero a otra cuenta, sólo puedes gastarlo. Pero a la mañana siguiente el banco abre una nueva cuenta con 86.400$ para ese día.
La segunda regla es que el banco puede interrumpir el juego sin previo aviso. En cualquier momento puede decirte que se ha acabado y que ya no abre ninguna más. ¿Qué harías?
Este banco lo tenemos todos, es el tiempo. Todas las mañanas, al despertar, tenemos 86400 segundos de vida para ese dí, y cuando dormimos por la noche no hay suma y sigue, lo que no se ha vivido, se ha perdido. Ayer acaba de pasar. Todas las mañanas se repite ese prodigio, pero contamos con una regla inevitable: el banco puede cancelar la cuenta en cualquier momento, sin avisar; en cualquier momento la vida puede acabar.
¿Quieres entender qué es un año de vida? Pregúntale a un alumno que acaba de suspender el examen de fin de curso. ¿Y un mes de vida? Pregúntale a una madre que ha dado a luz a un hijo prematuro y espera a que salga de la incubadora para poder estrecharlo entre sus manos sano y salvo.¿Una semana? Que te lo cuente un hombre que trabaja en una mina para mantener a su familia. ¿Una hora? Pregunta a una persona claustrofóbica que se ha quedado encerrada en un ascensor.. ¿Un segundo? Mira la expresión de un hombre que acaba de salvarse de un accidente de coche. ¿Y una milésima de segundo? Ve a preguntarle a un atleta que acaba de ganar la medalla de plata en lugar de la de oro para la que lleva entrenándose toda su vida.
Entiende el valor del tiempo y aprenderás a vivir.